I`ve got blisters on my fingers.




El sí de las niñas.

Rascacielos.

5.2.11

Hoy ha corrido un fuerte levante; pero aun así, ha sido el sol que entraba por la ventana quien me ha despertado. Tras desperezarme como un perro vagabundo y bostezar un par de veces seguidas, me he asomado al balcón. El sol brillaba tras unas cuantas nubes y el cielo estaba gris. Un hombre paseaba a su perro por el descampado, unos chicos practicaban algún extraño deporte en el agua, otros pocos surfeaban; e incluso mi querida vecina se atrevía a bajar a la playa. Es una valiente. El viento soplaba. Como ya he dicho, corría levante.

Un día de Otoño precioso para estar fuera de la ciudad. Bajé a desayunar un vaso de leche y unas cuantas galletas. Me aseé y salí de casa, y aunque con pantalones cortos, cogí también una gorda sudadera; corría levante. Bajé dando un paseo por el pequeño pueblecillo pesquero. En el puerto, botes y barquitos bailaban sobre el agua y algunos se golpeaban el lomo contra las paredes de este. Algunos pescadores tejían sus redes en la puerta de sus casetas, otros charlaban sobre el tiempo e incluso unos valientes habían salido a navegar. Rondé las cortas y escasas calles del pueblo visitando su librería, con sus excitantes libros;la tienda de golosinas (mmm); la heladería, donde los camareros reían y charlaban mientras probaban todos los sabores de helado de los que disponían. Los tenían de casi todo. Excepto de chocolate. No tienen helado de chocolate. Una auténtica lástima.

Subí al faro, desde allí, aquel lugar parece totalmente maravilloso; lo es. Le sienta tan bien un cielo gris... Tomé un par de fotos y dibujé un paisaje. Era totalmente distinto al que estaba observando. Se trataba de un campo; soleado y brillante; con un frondoso árbol y una joven niña leyendo bajo su sombra.

Bajé de lo alto del pequeño montículo y me dirigí hacia la playa; esa que había observado a tan temprana hora de la mañana. Ahí seguían los chicos, ya sentados en la arena; descansado, supongo. Y mi anciana amiga. Pese al frío y la tormenta que se estaba formando, corría levante; estaba allí, como siempre. Es una valiente.

Desde mi corta edad conozco a esa mujer; casi se podría decir que he nacido con ella. He pasado momentos inolvidables con ella. Ella me ha regalado mi primera cometa, me enseñó a volarla, inventó cuentos solo para narrármelos, e incluso fue una amiga en momentos difíciles. Mis padres la quieren, mi familia la quiere. Yo la quiero. Siempre bajaba a la playa. Le gusta sentir la arena rodear sus pies, le gusta observar el profundo mar durante horas, le encanta leer. A mi me gusta sentir el viento, el frío por las piernas, sentir que sigo viva, que descanso. Nos completamos una a la otra.

Cuando llegué a su lado, me senté junto a ella en silencio. No se escucharon palabras, solo el cantar de las olas. Al rato, empezaron a caer unas finas y escasas gotas de lluvia.

- Me encanta que llueva.

- Lo se querida, a mi también me encanta.

Querida, siempre me llamaba querida. Corre levante. Hoy ya podré dormir tranquila.

1 comentario:

Miss J dijo...

Lluvia, sin duda es eso lo que necesito yo.